miércoles, 6 de agosto de 2014

POR QUE NO OTORGO

Mucho tiempo sin escribir en el blog. Quizá demasiado o quizá no. Un poco de desgana tal vez. Muchas cosas que decir y pocas maneras de decirlas para no salir de lo correcto. Me he dedicado a observar: a mi alrededor, un poco más allá y al mundo en general.  Un ejercicio por otro lado muy recomendable aunque psicológicamente agotador, por la decepción, por la pasividad, por todo.

Llevo días planteándome una cuestión a la que será difícil encontrar una respuesta. ¿Qué le está pasando a la humanidad en general? Hay mentira, crispación, hipocresía, mala educación... y a todo ello se le suma el cada vez menos valor de decir las cosas por su nombre. De hablarnos a la cara. Incluso nos discutimos por whatssap o peor aún por las redes sociales.

Y es que hemos perdido esa sana costumbre de mirarnos a los ojos. O quizá no lo hacemos a posta para no enfrentarnos con una realidad que nos nos va a gustar.

Hemos crecido en el derecho de decir lo que queramos, cuando y como queramos pero hemos perdido en la obligación de escuchar a los demás.

La televisión no ayuda demasiado, y demasiado es decir mucho. Corrupción, guerras, injusticias, están a la orden del día y las miramos impasibles....aunque quizá impasibles tampoco sea correcto. Cuando tomamos una postura, vamos a por ella a muerte. ¿Qué salen políticos corruptos? Pues todos los políticos son corruptos y eso se defiende a muerte. Aquello de que no hay que generalizar es cosa del pasado. Generalizamos y además con argumentos, sin importar que tengan o no sustento o que se nos acaben de ocurrir.

Y me resulta muy difícil entender esa facilidad para opinar, saber y condenar cualquier cosa sin levantar la vista del ordenador. Debe ser otra forma de concebir la vida que no me da ninguna credibilidad.

Que bien se ven los toros, al que le gusten, desde cualquier barrera ( o sofá)

A veces lanzamos preguntas sin querer escuchar la respuesta. Opinamos sin querer saber la opinión de la persona que tenemos delante. Decimos verdades a medias que se convierten en mentiras. Potenciamos la discusión, el desplante, el mal rollo. Con la vista aún en el ordenador. ¿Encontramos de verdad algún beneficio en eso? Ya no miramos por lo mucho o poco que pueda doler al que lee, al que oye, al que recibe o al que le cuentan. Obtenemos un cero en empatía. La hemos dejado morir.

Siempre he encontrado argumentos para mantener la esperanza, el optimismo y la verdad es que últimamente cada vez se me hace una tarea más difícil.

No hace mucho comentaba a gente de mi confianza que me siento amordazada. Con muchas cosas que decir pero sin saber como decirlas. Que irónico, ¿verdad? Defendemos una libertad que luego no  facilitamos a los demás, por los motivos que sean y por los  más variopintos que podamos imaginar.

Pues así me siento, coartada en mi libertad de expresión. Sin saber como decir las cosas. Mordiéndome la lengua para no molestar a los que me molestan. Una nueva ironia.

Y esto me esta llevando a un estado de introversión que no me gusta nada. A pensar que no sirve de nada hablar. También hace pocos días alguien de quien estoy aprendiendo cosas interesantes dijo que quien calla, a menudo no otorga, simplemente calla. Y eso es lo que estoy haciendo. Simplemente callar.

Pero algo en mi se resiste y no estoy dispuesta a que la situación general me arrastre. Por eso anhelo los días de vacaciones que están a punto de llegar y los he cargado de actividades, de páginas de lectura, de planes y sobretodo de ganas e ilusión, mucha ilusión. Quiero devolver a los míos ese tiempo robado del día a día y pagarles con risas mis silencios y mi mal humor porque mi alegría es su alegría. Espero que todo ello sirva para devolverme a mi estado natural, aceptando el hecho de que mi actitud sólo es un tanto por ciento de la circunstancia diaria y que el resto depende de las personas que ocupan mi espacio. Pero me he de acostumbrar a vivir con ese porcentaje.

Seguro que las vacaciones me ayudan a descargar esta mochila que cada vez se me hace más pesada.

Seguro que desde la distancia soy capaz de encontrar el remedio y volver con esa mochila vacia, es más, volver sin mochila que pueda llenarse.

Eso es lo que voy a hacer.

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