Vaya por delante la utopía que
envuelve este escrito, fruto de la reflexión consecuencia de algunas circunstancias
recientes. Se lo quiero dedicar a un gran amigo y mejor persona, inconformista
también con esta sociedad y rebelde con causa con el que me he reencontrado esta
semana en un sitio al que no nos habría gustado estar a ninguno de los dos,
para que se sienta un poquito menos huérfano. Ya tú sabes. Ojalá no volvamos a
tardar tanto en fundirnos en otro abrazo.
Está claro, como tristemente he
podido comprobar esta semana, que el ser humano tenemos clara la teoría de cuál
es la mejor filosofía de vida. Cada vez que alguien cercano se va, todos
lamentamos los momentos desaprovechados, hacemos alegoría de nuestra capacidad
de afrontar los problemas con madurez y dándoles la importancia relativa que
merecen. Nos prometemos a nosotros mismos no volver a incurrir en discusiones
que no nos conduzcan a nada, a pasar más tiempo con la familia, con los amigos
y bla bla bla….pero, ¿durante cuánto tiempo somos capaces de cumplirlo? ¿Hasta
la próxima desgracia que nos vuelva a recordar lo mismo? ¿Qué es lo que hace
que no seamos capaces de cumplirlo? ¿La sociedad? ¿Qué sociedad? ¿Quién es esa
sociedad que nos obliga a hacer cosas que no queremos? Son muchas preguntas
para seguir debatiendo, pero eso puede ser objeto de otro escrito.
Ahora voy a imaginar, que “la sociedad”
no es tan mala como la pintan y que los que estamos tenemos fuerza de voluntad
suficiente para nadar contra su corriente y me imagino algunas situaciones.
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Utopía 1: ¿Qué pasaría si en vez de discutir,
intercambiáramos opiniones de manera civilizada?
No sé si alguna vez perderemos el ego que nos hace creer que estamos
en posesión de la verdad absoluta y que la mayoría de las veces nos tomemos
como algo personal que otros puedan pensar distinto. Ojalá dejara de existir el
pensamiento único. Habría corrientes de pensadores que podrían sacarnos de
muchas situaciones complicadas. Habría más gente inconformista y no habría
tantos cojines hundidos en los sillones de casa.
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Utopía 2: ¿Qué pasaría si no hubiera rencor?
Sentimiento inútil al que sólo se me ocurre aplicarle una frase del
sabio refranero español:
el bosque no nos deja ver los árboles.
el bosque no nos deja ver los árboles.
Entiéndase la metáfora como que tras el escudo ciego del rencor muchas
veces nos perdemos lo que hay detrás. Segundas oportunidades muchas veces
fueron buenas. Ahí lo dejo.
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Utopía 3: ¿Qué pasaría si no hubieran
prejuicios?
Imagen, actitud, religión, aspecto, ideología,
profesión,…atributos todos que per se ya son merecedores de ser juzgados y
pobre de aquel que posea alguno de ellos que no pase las normas de la sociedad,
una vez más surge esta maldita sociedad. Pero quien es quien marca que es lo
correcto o incorrecto, lo normal de lo anormal. ¿Quién tiene esa vara de medir
que le confiere esa autoridad?
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Utopía 4: ¿Qué pasaría si no hubieran tantos
jueces?
Y no me refiero a los que imparten las leyes en los
tribunales. En cada casa hay un juez. Es esa persona que se cree capaz de
juzgar la vida de los demás, llegando a condenar a quien sea sin haberle
dirigido una sola palabra nunca. Sin conocer la realidad de cada situación. Es
tal el atrevimiento y osadía que en ocasiones hay quien traspasa por tres
pueblos la línea de la educación y se atreve a increpar determinadas
situaciones totalmente ajenas a su persona e incluso su vida. La finalidad no
la encuentro, sí en cambio, muchos adjetivos calificativos.
Y así podría continuar con la utopía 5, 6 ,7 y
hasta que se me acabaran las hojas de Word, pero creo que la muestra de utopías
dadas es suficientemente significativa para que se capte la idea que me ronda
el pensamiento.
Y no es que hoy esté pesimista, en absoluto, los
que me conocéis o seguís a través del blog, ya conocéis mi optimismo, es sólo
que suelo rebelarme contra lo que creo injusto, contra el conformismo, el
chafarderismo y la mala educación.
Sabemos que esta sociedad tiene buenos valores, es
solidaria por ejemplo cuando debe serlo, pero también conocemos los defectos
que tiene y no hacemos nada por remediarlo.
Me rebelo contra el que se atreve a juzgar sin
hacer antes un ejercicio de introspección. Me rebelo contra una sociedad pasiva
sin inquietudes.
Me rebelo a que esto siga siendo así y por eso
pongo mi granito de arena para cambiar un poquito, por lo menos mi círculo más
cercano.
Como dijo uno de los grandes: I have a dream.
De antemano te diré que lo que escribo hoy puedes colgarlo o no, no creo que pueda ser interesante.
ResponderEliminarSoy un utópico convencido, si no lo fuera habría sido mas difícil soportar muchos momentos en los que luchar por unos ideales te condicionaban la vida y la de las personas que estaban a tu alrededor.
Suscribo todas tus utopías, también la 5, 6, y 7 hasta acabar el Word.
Pero, también hay que ser realistas y criticar las actuaciones políticas a nivel general, que puedan parecernos incorrectas, y las protestas hay que hacerlas llegar a los que crees que las pueden entender, los que pueden hacer cosas para mejorarlas, a los que tienes confianza y crees en ellos.
En política he conocido personas que me han defraudado y mucho, que hoy no merecen mi respeto, pero sigo creyendo que hay personas muy validas y ha las cuales si respeto.
La critica generalizada contra los políticos sin distinción, desde mi punto de vista merecida y que se realiza en voz alta delante de ellos es para remover conciencias, para que aquellos que no quieren estar dentro de la critica estén luchando para que sus compañeros rectifiquen comportamientos y actitudes, que no enumero por que es por todos conocidas.
Las mayorías políticas, los sectarismos, las prepotencias no son buenas para el pueblo, ojala se instaurara una ley donde fuera obligatorio, hablar, pactar, convencer, ceder y comprender, como veras, mi utopía es mas difícil de cumplir.
Escucha todas las criticas, acertadas o no, se puede aprender de ellas y hazlas llegar a las personas que comparten la vida política, unos se verán reflejados en las criticas y los que no, los utópicos, lucharan para cambiar las cosas.
Estas entre las personas que me infunden esperanza en seguir siendo utópico, son los que pueden cambiar “esto”.
Un abrazo y que cuando volvamos a vernos no sea en un trance tan doloroso.
Rafa