Apenas veo la televisión. Básicamente por dos motivos. Primero por que no tengo tiempo y segundo por que cuando lo tengo y decido sentarme a verla un rato nada de lo que hacen me motiva y lo que me interesa lo hacen a horas imposibles, bien por ser horario laboral bien por ser muy tarde en la noche. De manera que siempre acabo igual, delante de ella leyendo el libro que toque.
Para ser sincera solo hay dos series que intento ver siempre que puedo CSI y Mentes criminales, decisión también criticable por alguien más critico que yo de la caja tonta.
Lo que provoca este escrito es que el pasado jueves, mientras veía la segunda, en uno de los muchos intermedios, vi el anuncio de un nuevo programa que me hizo estremecer.
Empieza esta semana y lo han llamado “Factor ADN”. El título llamó mi atención pero cuando en 30 segundos, tiempo que dura la publicidad, explicaron el contenido del mismo, mi mente iba a toda velocidad tratando de asimilar lo que acababa de oír.
En pantalla la presentadora, no puedo decir su nombre por que no lo sé, podría averiguarlo pero la verdad, no tengo el más mínimo interés en saber quien es, con esa gran sonrisa en la cara que ponen todas, explicaba con total naturalidad donde un padre puede llamar si sospecha que sus hijos no son sus hijos y un hijo si sospecha que sus padres no son sus padres. Por su cara, la pava podría bien haber estado gritando “¡al rico helado de fresa!”. La frivolidad era la misma.
Eso si, todo basado en la veracidad de la prueba de ADN.
Yo me pregunto, ¿Hasta dónde somos capaces de llegar? No solo es culpa de los que planean los programas, esos son un caso aparte y habría que darles un tratamiento especial por el solo hecho de tener semejantes ocurrencias, sino de quien lo permite.
Se frivoliza y menosprecia uno de los adelantos más importantes de la ciencia como son las pruebas de ADN. Unas pruebas que tienen un coste elevado y que requieren de las instalaciones adecuadas.
Por tanto, tampoco entiendo que haya laboratorios que se presten a algo tan bajo.
Me cuesta creer que haya gente capaz de todo por salir unos minutos en la tele, contar sus cosas más intimas y luego ser capaz de volver a su casa sin más, con los mismos vecinos, los mismos comerciantes, los mismos compañeros de trabajo...y habiendo conseguido qué? Yo creo que perder una de las cosas más grandes y personales que cada uno de nosotros tiene, la dignidad. Basta ya de atentar contra la inteligencia del espectador y de vender las miserias de las personas, abusando de una de las debilidades de la especie humana como es la desesperación. Con esa actitud, los que venden esos programas, se comportan como buitres carroñeros lanzándose sobre sus presas y cuanta más penuria, más lágrimas y más rocambolesca sea la historia que se cuenta, se crea más morbo y es mucho mejor.
Ahora expliquemos a las personas que estén esperando los resultados de unas pruebas de ADN por algo realmente importante, en la intimidad de un despacho, que esas pruebas tardaran en llegar por su elevado coste y por que no hay laboratorios disponibles y que probablemente nunca se hagan.
Hay cosas con las que nunca se debería jugar y esta es una de ellas.
Este tipo de programas, desgraciadamente muy abundantes, son las que hacen que cada vez prescinda más de la televisión, escuche más la radio y dedique más tiempo a mi afición por la lectura.
Esto es lo último y seguramente vendrán más cosas que puedan sorprenderme pero por mi parte tengo muy claro en que voy a gastar mi tiempo y no va a ser precisamente deleitándome con las penas de nadie.
Para ser sincera solo hay dos series que intento ver siempre que puedo CSI y Mentes criminales, decisión también criticable por alguien más critico que yo de la caja tonta.
Lo que provoca este escrito es que el pasado jueves, mientras veía la segunda, en uno de los muchos intermedios, vi el anuncio de un nuevo programa que me hizo estremecer.
Empieza esta semana y lo han llamado “Factor ADN”. El título llamó mi atención pero cuando en 30 segundos, tiempo que dura la publicidad, explicaron el contenido del mismo, mi mente iba a toda velocidad tratando de asimilar lo que acababa de oír.
En pantalla la presentadora, no puedo decir su nombre por que no lo sé, podría averiguarlo pero la verdad, no tengo el más mínimo interés en saber quien es, con esa gran sonrisa en la cara que ponen todas, explicaba con total naturalidad donde un padre puede llamar si sospecha que sus hijos no son sus hijos y un hijo si sospecha que sus padres no son sus padres. Por su cara, la pava podría bien haber estado gritando “¡al rico helado de fresa!”. La frivolidad era la misma.
Eso si, todo basado en la veracidad de la prueba de ADN.
Yo me pregunto, ¿Hasta dónde somos capaces de llegar? No solo es culpa de los que planean los programas, esos son un caso aparte y habría que darles un tratamiento especial por el solo hecho de tener semejantes ocurrencias, sino de quien lo permite.
Se frivoliza y menosprecia uno de los adelantos más importantes de la ciencia como son las pruebas de ADN. Unas pruebas que tienen un coste elevado y que requieren de las instalaciones adecuadas.
Por tanto, tampoco entiendo que haya laboratorios que se presten a algo tan bajo.
Me cuesta creer que haya gente capaz de todo por salir unos minutos en la tele, contar sus cosas más intimas y luego ser capaz de volver a su casa sin más, con los mismos vecinos, los mismos comerciantes, los mismos compañeros de trabajo...y habiendo conseguido qué? Yo creo que perder una de las cosas más grandes y personales que cada uno de nosotros tiene, la dignidad. Basta ya de atentar contra la inteligencia del espectador y de vender las miserias de las personas, abusando de una de las debilidades de la especie humana como es la desesperación. Con esa actitud, los que venden esos programas, se comportan como buitres carroñeros lanzándose sobre sus presas y cuanta más penuria, más lágrimas y más rocambolesca sea la historia que se cuenta, se crea más morbo y es mucho mejor.
Ahora expliquemos a las personas que estén esperando los resultados de unas pruebas de ADN por algo realmente importante, en la intimidad de un despacho, que esas pruebas tardaran en llegar por su elevado coste y por que no hay laboratorios disponibles y que probablemente nunca se hagan.
Hay cosas con las que nunca se debería jugar y esta es una de ellas.
Este tipo de programas, desgraciadamente muy abundantes, son las que hacen que cada vez prescinda más de la televisión, escuche más la radio y dedique más tiempo a mi afición por la lectura.
Esto es lo último y seguramente vendrán más cosas que puedan sorprenderme pero por mi parte tengo muy claro en que voy a gastar mi tiempo y no va a ser precisamente deleitándome con las penas de nadie.
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