SOBRE PERSONAS

Varias cosas he vivido esta semana que han llamado poderosamente mi atención. En primer lugar está la anécdota que mi amigo Bartolomé Fraile cuenta como comentario en la entrada titulada “voto en contra”. Debo reconocer que he tenido que leerlo varias veces para creerlo. ¿Pero hasta donde es capaz de llegar el egoísmo del ser humano? Me da rabia por todos nuestros mayores que tanto lucharon para que tengamos la libertad de la que ahora gozamos y nosotros la vendamos a cambio de favores en nuestro propio beneficio. Poco ha cambiado la historia en este sentido.
El segundo hecho es que esta semana se han cumplido 33 años desde que el pueblo saharaui fuera expulsado de sus territorios. Miles de personas condenadas a vivir en tierras totalmente infértiles. En la zona más dura e inhóspita del desierto del Sáhara. La ONU lava su conciencia enviándoles sacos de azúcar para paliar el hambre. Para echarse a llorar. Mientras otros gobiernos con el beneplácito de otros muchos miran hacia otro lado. Se hace cierto el dicho de que ojos que no ven...pero para los que hemos visto nos resulta difícil olvidar esos ojos, esas caras y sobre todo esas sonrisas. Me hierve la sangre de impotencia. La quietud del mundo frente a semejante injusticia es clamorosa La paciencia de esa gente tendrá un fin. Ojalá no llegue a solucionarse en forma de guerra entre países vecinos.
La tercera y última vivencia tuvo lugar el pasado viernes. Tuve el placer, repito placer, de asistir en el centro cultural de la Llagosta a la charla a cargo de Assumpta Montellà, historiadora y escritora de la Maternitat d’Elna.
Una mujer fascinante, con una oratoria mágica.
Esta mujer consiguió a los pocos afortunados que estábamos presentes, erizarnos la piel en más de una ocasión e incluso saltarnos las lágrimas.
La lucha de miles de personas para sobrevivir después de la guerra civil española. La ayuda de personas desinteresadas de otros países y los abusos oportunistas de otros muchos.
La especie humana es así. Unos te dan mucho mientras otros miran sólo por su interés. Quizá la diferencia estribe en algún tipo de alteración del ADN en el momento de la formación de la conciencia.
El caso es que una gran mujer pasó por el pueblo dejando una gran huella en todos los presentes y contagiándonos su pasión por saber más de nuestro pasado. Con ganas de escuchar más. La pena es que hubiera tan poca audiencia, pero de que nos podemos quejar si ni siquiera los que debían estar estaban.
Sin duda una lástima y se perdió la oportunidad de escuchar una gran historia. Una tan grande que ni siquiera aparece en los libros de historia. Es nuestro sino.