miércoles, 11 de diciembre de 2013

UNA VUELTA MÁS POR DAORA

Son ya casi las 21 horas, un cielo en el que las estrellas se cuentan por millones nos confirma que hemos llegado a la Hamada más grande del mundo, al desierto dentro del desierto. Acabamos de llegar al edificio de protocolo, como ya digo de noche. Sopla un ligero viento que hace que la fina arena del desierto revoletee entre nosotros y haga un poco difícil la visión.

Los empleados de protocolo del Frente Polisario nos dan la bienvenida y entre todos los hombres, uno que conocemos bien. Nuestro hermano Lbahi que ha venido a recibirnos. Se abalanza hacia nosotros y nos va fundiendo uno a uno en un fuerte abrazo. Pero no ha venido sólo, detrás de él aparecen la madre de la casa, Yoel y las pequeñas Suma y Haidi. La sorpresa no acaba aquí, el hijo mayor de la familia, Omar, al que no vimos el año pasado por estar trabajando en la defensa del muro de Marruecos, acaba de entrar con el coche para cargar las maletas. Nada más llegar, ya tenemos la recompensa del largo viaje. Besos, risas, abrazos.
Así es, como con una enorme felicidad y satisfacción,  9 personas montadas en un todo terreno, amontonados unos encima de otros, cargados con maletas y mochilas, salimos del edificio de protocolo y nos dirigimos hacía nuestra casa.

Empieza mi cuarto viaje al campamento de refugiados saharauis del Aayun, a la daira de Daora, hermanada con la Llagosta.
Esta vez ni lo voy a intentar, ya he desistido en el empeño de describir con palabras todo lo que allí se vive.

No encuentro la manera de definir como se merece el cielo estrellado del desierto, su olor, su color, la mirada del desierto en unos ojos negros profundos, la hospitalidad de su gente, su amabilidad y aunque parezca mentira su solidaridad. No les haría justicia y por eso prefiero no hacerlo. Es el viaje del alma y hay que vivirlo para sentirlo.
Este ha sido un año especial. Muchas  novedades en el campamento han hecho que lo sea. Por tener, este año hemos tenido hasta lluvia y hemos podido comprobar lo bienvenida que ha sido esa poca agua en el desierto.

Más de 600 fotografías son el testigo mudo de lo grande que es el viaje. Siempre el mismo paisaje y la misma gente pero evolucionando con los años. Recuerdos para los que este año han abandonado el camino y bienvenida para los nuevos miembros de la familia. Los primeros, aquellos que se han ido sin ver realizado el sueño de vivir en libertad en la tierra que les pertenece y los segundos, aquellos que han nacido en el exilio, en una tierra totalmente inhóspita y que van a ver su vida  marcada por la esperanza de volver a su tierra.
En el trabajo propio de la ONG mucha esperanza. Personas nuevas que tienen un papel fundamental en la vida civil del campamento como son la alcaldesa y el médico y que se han mostrado como personas muy colaboradoras, conscientes totalmente de las necesidades y las carencias de su pueblo y con muchas ganas de trabajar. Ellos han hecho posible que tengamos muchísima ilusión en los proyectos humanitarios que allí desarrolla la Llagosta y ha sido un verdadero placer conocerlos. Por fin una mujer alcaldesa, yo personalmente no recuerdo a ninguna otra. Su labor no es fácil pero ha estado a la altura de todas las circunstancias y nos ha causado una sensación estupenda.

Muchas pequeñas grandes historias personales para contar de las que podría estar escribiendo hojas y hojas de manera que no acabaría nunca, pero quiero destacar la de mi gran amiga Sdiga. Está esperando su primer hijo para el mes de enero. Debido a su avanzado estado de gestación quedamos en que esta vez sería yo la que me desplazaría a su campamento pidiendo los permisos correspondientes. Pero no ha sido posible. A las dos horas de enterarse de nuestra llegada, se las apañó para presentarse en casa. El lazo de amistad que nos unió en mi primer viaje allá en el 2008, perdura con los años, estrechándose cada vez más. Felicidad por el reencuentro, tristeza en la despedida y con ganas de que llegue el próximo año para conocer al nuevo miembro que va a llevar un nombre español. Gracias a todas las personas que nos dieron ropa de bebe para poder llevarle. Gracias Yolanda, mi hermana española, por haberla hecho tan feliz.
Momentos para el trabajo y para el ocio: muchas reuniones muy productivas, partidas de dómino hasta la madrugada, risas con unos simples globos, visitas, mucho te y muchas conversaciones interesantes han tenido la culpa de que los cinco días en el campamento con nuestra familia saharaui pasen volando. Conversaciones para la reflexión, reencuentros con los valores que hacen que sepa apreciar la vida como se merece. Vuelta a la ordenación de las prioridades y voluntad de mantener esta calma espiritual que me transmiten en esta loca sociedad en la que nos ha tocado vivir, algo por lo que voy a luchar con todas mis fuerzas en el intento de mantenerla.

El sábado por la noche la vuelta es triste. Entre lágrimas el único toque de humor lo pone el chófer del Land Rover que nos lleva hasta el aeropuerto de Tindouf que nos ameniza a los 7 pasajeros con la música de Juan Luis Guerra y consigue que todos acabemos cantando y moviéndonos al son de ojala que llueva café en el campo.
Al término del viaje se despide de nosotros con un apretón de manos y con una frase contundente. Mohamed Bachir, saharaui.

Que a nadie se le olvide que tienen su propia nacionalidad. Con un sentimiento encontrado entre el deseo de volver a casa y la felicidad que hayo en el campamento, veo con profunda tristeza como se alejan las luces traseras de su coche  en la oscura noche del desierto.
He querido esperar hasta hoy para escribir en el blog, en el día internacional de los Derechos Humanos, para recordar que hay todo un pueblo viviendo en el exilio más salvaje, en las peores condiciones que una persona pueda imaginar. Durante este año han visto reducidas las ayudas internacionales en un 70% lo que les sepulta hacía una situación más allá de los límites racionales para la supervivencia, con escasas posibilidades de acceso al alimento más básico. No logro entender la pasividad de la comunidad internacional y la facilidad para  dar la espalda a este problema.

En esta época de pedir deseos, lo único que se me ocurre desear con todas mis fuerzas es la devolución del Sahara Occidental a su verdadero pueblo, que se acaben ya la vulneración de los derechos humanos y la persecución brutal a la que se ven sometidos por Marruecos. Que aparezca un líder político con la fuerza suficiente para poner fin al conflicto de una manera justa.
Por un Sahara Libre!!