martes, 31 de mayo de 2016

Un voto. Una consecuencia

Últimamente estoy viviendo muy de cerca el caso de personas, altamente cualificadas y  competentes en su trabajo, que han sido despedidas por razones cuestionables e incluso inexplicables.
Podríamos echar la culpa a la crisis, pero esta ya no es la única razón. Estas medidas a las que recurren las empresas, vienen sustentadas en una reforma laboral que, viniendo de un partido de derechas, mira más por el empresario que por el propio trabajador.
Y es que ahora, que en menos de un mes volvemos a tener elecciones generales, me enciendo cada vez que veo los resultados de las encuestas. No entiendo como un partido como el PP, sigue siendo el primero.
Un partido lleno de casos de corrupción, en el que cada día salen más casos en la televisión y dudo de que lo peor haya venido aún.
Un partido que se ríe de nosotros, que nos miente y manipula (tácticas muy parecidas a las del PSC-PSOE) y todo ello sin el menor rubor.
Miro a mí alrededor y veo a la clase obrera, la gente trabajadora, la que siempre ha luchado por sacar adelante el país y creo que somos mayoría. No veo la política de derechas reflejada en sus caras y por eso, porque creo que somos más, no entran en mi cabeza los resultados previstos.
¿Quién les vota? ¿Sabemos qué consecuencias tiene nuestro voto?
La acción de introducir una papeleta en una urna, es mucho más que escoger al partido que nos va a gobernar en los próximos años.
Meter la papeleta en la urna supone avalar una manera de gobernar.
Desde mi humilde espacio, quiero recordar que votar al PP, representa:
-          Reformas que hacen que las empresas puedan despedirnos cuando quieran.
-          Que estudiar dentro de poco esté sólo al alcance de los que puedan pagarlo.
-          Una subida continua de impuestos.
-          Cero medidas medioambientales y ninguna apuesta por las energías renovables.
-          Beneficiar a los que más tienen con medidas fiscales satisfactorias para ellos.
-          Incrementar los beneficios de las compañías eléctricas.
-          Reducción de ayudas y subvenciones para la clase obrera.
-          Pagar más impuestos que ningún otro país de Europa por la cultura.
-          Encarecer la sanidad.
-          Recortes en las pensiones más bajas.
Así podríamos continuar la lista de desagravios hacia los mismos de siempre.
Me gustaría que de verdad, cuando depositáramos la papeleta, estuviéramos seguros de las consecuencias que ello trae para todos.
Basta ya de la política del miedo. De las amenazas. De la demagogia.
No albergo muchas esperanzas viendo las encuestas, pero aún me queda una pequeña ilusión de que el país despierte, que la clase obrera abra los ojos y pongamos fin a la basura de siempre, a la que se tapa entre ella, la de los enchufismos y los  amiguismos y recuperemos la política de verdad. La de la transparencia, la de la calle.

Ya falta menos.