Llevo unas semanas sin hacer ninguna entrada en el blog. No porque me falten los motivos ni la inspiración. El motivo real es que el otro día cuando me senté ante el teclado, al leer lo que había escrito resultó ser demasiado íntimo y sincero así que decidí guardarlo e ir ampliando el contenido. Quizá algún día me decida a publicarlo, de hecho seguramente lo haré. Pero no ahora.
Al fin, no sé si el motivo es, que he recibido varios correos animándome a que escribiera (los cuales agradezco) o a que esta semana ha sido muy dura y ha desencadenado mi actitud frente a un determinado hecho que explicaré a continuación, me he decidido a escribir estas líneas.
El viernes por la tarde-noche mi paciencia se agotó y eso que suelo tener mucha, aunque con frecuencia recurro al truco de contar hasta diez. Estaba en un acto público oyendo hablar de mi pueblo y me sentí como una auténtica extraña. No reconocía las calles, las zonas, los parques,… en las palabras de la persona que hablaba. No describían el futuro que yo, y muchas personas imaginamos, ni de lejos se parecía. Y allí estaba ella, hablando y hablando, mostrando datos, datos y más datos y datos. Por un momento pensé en levantarme e irme, porque allí ya estaba todo decidido. Pero me quedé.
Es una sensación extraña esa de oír como alguien que hasta hace pocos meses no sabía situar a la Llagosta en el mapa ahora hablaba de grandes proyectos de futuro, de lo que necesitamos, de cómo estamos y nos lo decía a nosotros, a los que vivimos en ella, a los que hemos crecido en ella.
Reconozco que esa persona no tiene la culpa, pero por ser la que hablaba se convirtió en el centro de mi atención.
La pena es que no había vecinos excepto una persona, salvo concejales y técnicos del ayuntamiento, que antes de nada también son vecinos, para poder escuchar lo que allí se hablaba. Y no me extraña. Yo, personalmente he participado en dos grandes procesos de “participación” ciudadana. El primero fue el de la Agenda XXI. Aquello fue algo innovador en nuestro pueblo, algo en lo que muchas personas pusimos mucha ilusión. Pero no pasó de ahí. Otro, más reciente ha sido el del “Debate” de ciudad, del que he salido profundamente desengañada. Del que tengo la sensación de haber estado manipulada desde el principio, en el que se han quedado muchas cosas por debatir y otras muchas por decidir y en el que no hay demasiada diferencia entre el documento que nos entregaron el primer día donde se explicaban las líneas a seguir y el documento final.
Y ahora lo del viernes…Empiezo a creer que a lo mejor mi concepto de debate y participación está equivocado, aunque tampoco creo que participar se limite al hecho de escuchar sin rechistar.
No sé cómo estará la Llagosta el año que viene y mucho menos de aquí a diez años, pero si sabemos todos como está ahora, así cuando alguien me pide que haga el esfuerzo de imaginarla, no puedo ver lo que me dicen, lo que me enseñan y tampoco creo que la mayoría del pueblo la vea como nos la enseñan.
Al fin, no sé si el motivo es, que he recibido varios correos animándome a que escribiera (los cuales agradezco) o a que esta semana ha sido muy dura y ha desencadenado mi actitud frente a un determinado hecho que explicaré a continuación, me he decidido a escribir estas líneas.
El viernes por la tarde-noche mi paciencia se agotó y eso que suelo tener mucha, aunque con frecuencia recurro al truco de contar hasta diez. Estaba en un acto público oyendo hablar de mi pueblo y me sentí como una auténtica extraña. No reconocía las calles, las zonas, los parques,… en las palabras de la persona que hablaba. No describían el futuro que yo, y muchas personas imaginamos, ni de lejos se parecía. Y allí estaba ella, hablando y hablando, mostrando datos, datos y más datos y datos. Por un momento pensé en levantarme e irme, porque allí ya estaba todo decidido. Pero me quedé.
Es una sensación extraña esa de oír como alguien que hasta hace pocos meses no sabía situar a la Llagosta en el mapa ahora hablaba de grandes proyectos de futuro, de lo que necesitamos, de cómo estamos y nos lo decía a nosotros, a los que vivimos en ella, a los que hemos crecido en ella.
Reconozco que esa persona no tiene la culpa, pero por ser la que hablaba se convirtió en el centro de mi atención.
La pena es que no había vecinos excepto una persona, salvo concejales y técnicos del ayuntamiento, que antes de nada también son vecinos, para poder escuchar lo que allí se hablaba. Y no me extraña. Yo, personalmente he participado en dos grandes procesos de “participación” ciudadana. El primero fue el de la Agenda XXI. Aquello fue algo innovador en nuestro pueblo, algo en lo que muchas personas pusimos mucha ilusión. Pero no pasó de ahí. Otro, más reciente ha sido el del “Debate” de ciudad, del que he salido profundamente desengañada. Del que tengo la sensación de haber estado manipulada desde el principio, en el que se han quedado muchas cosas por debatir y otras muchas por decidir y en el que no hay demasiada diferencia entre el documento que nos entregaron el primer día donde se explicaban las líneas a seguir y el documento final.
Y ahora lo del viernes…Empiezo a creer que a lo mejor mi concepto de debate y participación está equivocado, aunque tampoco creo que participar se limite al hecho de escuchar sin rechistar.
No sé cómo estará la Llagosta el año que viene y mucho menos de aquí a diez años, pero si sabemos todos como está ahora, así cuando alguien me pide que haga el esfuerzo de imaginarla, no puedo ver lo que me dicen, lo que me enseñan y tampoco creo que la mayoría del pueblo la vea como nos la enseñan.