domingo, 25 de julio de 2010

PIÉNSALO BIEN ANTES

Fue uno de mis mejores amigos. Se podría decir que pasamos juntos parte de la infancia y toda la adolescencia. Siempre estuvo a mi lado. En los momentos alegres compartía mi alegría y en los momentos tristes me hacía compañía. Tenía un sentido especial para detectar mis estados de ánimo. Y vaya si lo hacía. Jamás me dejó tirada. Aguantaba mi mal humor estoicamente sin protestar, dejando incluso que alguna vez lo apartara de mi lado de un empujón. En cambio, cuando el mal humor lo tenía él, simplemente desaparecía. Imagino que para no herirme. Decían que tenía mal carácter. Y lo tenía para quien no conocía pero a mí no me lo demostró jamás. Compartimos muchas horas de juego, de aventuras por el bosque en cabañas imaginarias y otras muchas de caricias. Era lógico. Vivía en mi casa. Era mi perro y se llamaba Duc. En este punto de la historia muchos habréis perdido el interés por este escrito. Es precisamente a vosotros a los que va dedicado. El resto, a los que lo sientan como yo, no hará falta que os explique más, pero agradeceré que lo leáis igual.
Duc fue un regalo pedido durante los Reyes de muchos años. Sabía cuál sería su nombre desde mucho antes de que llegara a casa. Así que el día que llegó no lo podré olvidar jamás. Tendría yo 10 años por entonces y volvía a casa del colegio dando botes y gritando, como cualquier niño a esa edad. Mi padre que entró detrás de mi me dijo. “No grites que vas a despertar al Duc”. Recuerdo a mis dos abuelos sentados, como si hubieran estado esperándome para ver la cara que yo ponía, y la verdad es que al bajar la vista no me lo podía creer. Allí estaba dentro de un capazo enroscado. Lo recuerdo como uno de mis días más felices. ¡¡Mi ilusión de niña de pronto estaba delante de mí hecha realidad!! Ese cachorro creció y se convirtió en un pastor alemán con una planta impresionante. Como he empezado diciendo, compartimos muchos años. Siempre pendiente de la hora en que yo llegaba a casa para recibirme. Por eso el día que se fue, que tampoco podré olvidar, fue uno de los más tristes. Y nunca nadie podrá convencerme de que aquel animal no sabía cuál era el motivo de la visita del veterinario ese día. Ese maldito día que se suponía que yo no debía estar en casa, pero el destino no lo escribimos nosotros, y de haber sido de otra manera yo no me lo habría perdonado.
Por todo lo que me dio: su cariño incondicional, su fidelidad, su respeto, su sumisión, su defensa de mí ante cualquiera… jamás podría contemplar la posibilidad del abandono. ¿Cómo se puede abandonar algo para lo que eres el centro de su existencia? Desgraciadamente, esta época es propensa para eso. Lo que son vacaciones y días de diversión para nosotros se convierten en condenas para esos seres que durante un tiempo han sido nuestros compañeros fieles. Afortunadamente cada vez más son los hoteles y campings que permiten animales de compañía, lo que ayuda a disminuir el porcentaje de abandonos.
Quiero romper una lanza a favor de todas las protectoras de animales que durante estas fechas se ven lamentablemente desbordadas, luchando contra la intolerancia e incluso el despotismo al tener que escuchar como alguien, impunemente, amenaza con matar, he dicho bien, matar literalmente a un animal si no se lo recogen. Palabras de un ser ¿racional?
Por eso antes de llegar a esta situación, debemos pensar lo que implica la decisión de acoger un animal en casa. Ese día se adquiere un compromiso que puede durar 15 años o más. No es ninguna tontería y seguro se deben renunciar a unas cuantas comodidades. Pero que valen la pena. Sólo debemos coger un animal si estamos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad, si no es una lástima lo que no vas a poder disfrutar, pero es mejor, siempre para él, que no lo tengas.
Este sentimiento solo lo puede entender aquel que tiene un animal. Habrá quien piense que estoy loca. Y yo pienso, que pena, no sabes lo que te estás perdiendo. No puedo imaginar un día de mi vida sin esa beneficiosa compañía.
Este año he echado de menos la campaña contra el abandono de animales en la TV. Espero que eso sea indicio de que por fin hemos tomado conciencia.
Quizá algún día me decida a explicar de dónde me viene este amor por la naturaleza en general. Creo firmemente en los guerreros del arcoíris. Mientras, voy a acabar con el eslogan de la publicidad, porque no se me ocurre otro mejor, pero yo lo pido por favor, no lo abandones, él nunca lo haría.

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