viernes, 2 de abril de 2010

HUBO UNA VEZ HUMILDAD

No te preocupes. No es problema tuyo. Al contrario. Es problema de aquellos que tienen en la vanidad su más preciado valor. No esperes tampoco palmadas en la espalda de esas mismas personas ni cualquier otro tipo de gesto que implique reconocimiento. No va con ellas. No es su estilo reconocer una buena idea en otra persona. Qué le vamos a hacer. Al contrario, cualquier cosa que se te ocurra, que propongas, será negativa. Sólo por destruirte. Por acabar contigo. Algo que costaría un precio alto y que esta sociedad no puede consentir. Porque su triunfo es tu derrota y no paga la pena pagar tan alto precio. Porque la vida está llena de otras cosas maravillosas que te compensan de todo eso y además tu puedes disfrutar de cada una de ellas.
A lo mejor tampoco toda la culpa es suya. El ritmo de esta sociedad cada vez más individualista fomenta el carácter destructivo de cada uno de nosotros. La necesidad de tener que demostrar constantemente lo que somos y demostrar además que somos mejores que los que nos rodean. Para subir, subir y subir dejando en el camino amigos, vecinos y lo que es más importante valores. De esta manera, autoconvencidos de que es lo mejor para nosotros, lo que antes se conocía como egoísmo y ahora se llama autoestima que es más snob, seremos capaces de pisar a quien haga falta para conseguir un propósito. Seguramente cuando lo hayamos conseguido, miraremos alrededor y sólo veremos soledad. Qué tristeza. Estar rodeado por miles y miles de personas y sin embargo no oír ningún sonido, no notar ningún contacto y no percibir ningún olor, todo ello pese a la multitud.
Pero no es tu caso. Tú eres la excepción. Te prima la amistad, el amor, la solidaridad, los valores más puros. Tienes un don. Por eso, pese a las tortas de la vida sigues siendo la misma persona. Porque nunca quitas el cartel de no habrá próxima vez. Pese a todas las decepciones sigues inalterable. Un momento de flaqueza y hacía arriba como Ave Fénix pero en vez de cenizas, remontas de un mundo falto de valores, entre la hipocresía y el egoísmo. Cada vez te resulta más difícil, pero siempre lo has conseguido y siempre lo conseguirás.
Tu esfuerzo se verá compensado cuando veas en su espejo esas mismas cosas que tú has ideado, esas cosas que tú has hecho espontáneamente sin pensar en repercusiones. Simplemente porque sí. Porque así sentías que debías hacerlo.
Eso no tiene otra compensación más que ver como tú brillas con tu propia luz mientras que esas personas se alumbran con la que te sobra. Así que puedes permitirte el lujo de sonreír y pensar que el día que te canses puedes plegar velas y dedicarte a otra cosa, dejándoles a oscuras. Seguro que en cualquier campo te desenvolverás bien. Por que como dice el anuncio tú lo vales. Porque te puedes permitir el lujo de mirar al mundo de frente, con la cabeza bien alta sin miedo a la vergüenza de la conciencia que es la peor de las vergüenzas.
Hubo otra época en la que la humildad hacía que cada uno supiera valorar el esfuerzo y la capacidad de otro. Desafortunadamente esa época pasó y nos queda sólo el poder aprender lo que podría ser y no es.

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