domingo, 19 de junio de 2011

REMINISCENCIAS

Me pasa siempre que voy a la montaña. Me cargo de energía y consigo olvidarme de todos los problemas que día a día ocupan mi mente, trabajo, ocupaciones, peleas, amores, desamores, preocupaciones,… de todo.
Hoy ha sido la excursión anual de la protectora de animales y plantas de la Llagosta, Animalets, y como siempre ha sido genial, tanto por la compañía que ha sido excelente, como por los lugares escogidos para este año, que han sido Rupit y Tavertet. Unas visitas a esos pueblos que os recomiendo, si no los conocéis. A poco más de una hora en coche se pueden disfrutar unos paisajes excelentes con unas vistas increíbles.
Vacas pastando libremente, masías esparcidas, construidas entre bosques de pinos, carreteras estrechas con curvas y más curvas, ríos de agua cristalina…
Al bajar del autocar respiro el aire fresco, ese aire que duele cuando inspiras y que vas notando como llega a los pulmones y los ojos se me pierden en la inmensa pradera verde que se abre ante nosotros.
Es en ese momento cuando el cerebro me transporta a mi niñez. A esa fantástica niñez que viví en las faldas del Pedraforca. La visión de unos tipis desnudos hacen que en mi cara se dibuje una sonrisa y tenga el recuerdo de ir con mi padre al bosque en busca de palos para construir el mío propio y luego buscar con mi madre una sábana vieja para cubrirlo y la de horas y horas que era capaz de pasarme dentro con la única compañía del perro pastor y de unos cuentos y cuando no, los cogía y me los subía a las copas de los árboles para leerlos allí arriba, ante el estupor de mi abuela que se podía pasar un buen rato buscándome, mientras yo la observaba desde arriba, hasta que se acostumbró y ya me buscaba con la vista alzada a las copas.
Mi amor por la naturaleza no es casual. Desde pequeña me educó una persona que supuso mi primer contacto con un ecologista convencido, mi padre. Un auténtico guerrero del arco iris.
Él tenía la paciencia necesaria para sentarse con mi hermano y conmigo en el suelo a explicarnos porque no debíamos tapar los agujeros que hacían las hormigas, porque no debíamos tocar a las crías de algunos animales, que nos despertaba de madrugada cuando alguna vaca estaba pariendo, que nos dejaba ordeñar las vacas, que me rescataba cada vez que las ocas salían corriendo detrás de mí y que acudía corriendo cada vez que gritaba y me quedaba paralizada ante el único animal que me causaba y causa auténtico terror, lo cual era bastante frecuente. En definitiva nos enseñó a escuchar al bosque, a disfrutar de él y a comprenderlo y eso es algo por lo que siempre le estaré eternamente agradecida.
Cuando ya tuvimos edad suficiente, yo seis y mi hermano cuatro, decidió que ya estábamos preparados para nuestro primer “cim” y nos llevó hasta la polleguera del Pedraforca, sin poder avanzar más a causa de la nieve que casi me cubría, mientras él cargaba con mi hermano a hombros.
Mi infancia en aquella casita de Vallecebre fue lo mejor que me ha podido pasar en la vida y me gustaría que el día que yo tenga hijos puedan disfrutar de esas experiencias únicas, puedan crecer en contacto con la naturaleza y ojalá yo sea capaz de transmitirles todos esos valores que mi padre me ha transmitido.
Aún hoy conservo esa válvula de escape y cuando noto que ya no puedo más, que la situación me supera y que necesito hacer un reset. Cojo el coche y me escapo a ese lugar maravilloso que es Saldes, a ese fantástico hotelito familiar en el que me siento como en casa. Un par de días son suficientes para acabar con todas las tensiones y recordarme lo que de verdad vale la pena en esta vida. Aunque luego cuando me toca regresar lo haga con el corazón encogido.
Hoy no hemos estado en Saldes, pero como si lo hubiera sido.
Esta que comienza va a suponer una nueva etapa en mi vida, y no tengo miedo por mi capacidad porque además estoy rodeada de gente que me va a ayudar, sino que me da miedo la responsabilidad y el no saber lo que voy a encontrarme.
Por eso el viaje de hoy me ha servido para afrontar esta semana con ganas, ilusión y sobretodo mucha, mucha energía, algo que seguro me va a hacer falta.

1 comentario:

  1. Marta.no tienes que tener miedo al nuevo camino ,sino respeto ,eso no te falta ,por lo que vi en ti en los campamentos ( alli las personas somos como somos) se que lo realizaras con corazon ,trabajo ,ganas no te faltan eres una niña estupenda .Sigue siendo siempre Marta (te saldra todo muy bien) cuando te sientas sin fuerza piensa en esa momtaña que desde pequeña te llena y en todo lo que tu familia te trasmite .un beso Paqui

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