domingo, 30 de octubre de 2011

DOS GRANDES MUJERES

Este escrito va dedicado a dos mujeres que tienen su nombre grabado a fuego en todos los libros de historia, aunque esta no las haya tratado igual a las dos.
Dos mujeres muy alejadas tanto en el tiempo como geográficamente, pero las dos unidas por un mismo denominador común: la ciencia.
De la primera, en algunos libros, se cuenta la historia de que los estudiantes universitarios de la Sorbona, hablaban por los pasillos de aquella joven polaca que se había matriculado en la facultad de física, de aspecto tímido y vestida de manera pobre. Pocos sabían que su nombre era Maria Sklodowska y le apodaban “la extranjera de apellido imposible”, otros simplemente la llamaban “la estudiante silenciosa".
Nadie podía imaginar entonces que esa joven esquiva y austera se iba a convertir un día en una de las más famosas científicas de la historia y que pasaría a formar parte de ella con el nombre de Marie Curie.
Su investigación en el campo de la radiactividad y el descubrimiento de dos elementos el Polonio (llamado así en honor a su país natal) y el Radio, le valieron para conseguir el Premio Nobel de química en 1911.
Este año se celebra el centenario de este evento y además coincide con el año internacional de la Química. Algo que llevo recordando desde el uno de enero en este blog.
A la segunda mujer de la que quiero hablar en este escrito, podría describírsela como la primera mujer científica de la historia, aunque ella se definiría como filósofa.
Una mujer a la que muchos han descubierto ahora a raíz de la película “Agora” de Amenabar. Ellas es Hipatia de Alejandria. En un mundo destinado exclusivamente para hombres, ella destacó con sus investigaciones sobre astronomía y matemáticas. Cuando ahora se habla de Keppler y sus orbitas elípticas, injustamente nunca se habla de Hipatía. Profesora y conservadora de la gran biblioteca de Alejandría, la defensa de su creencia y sus principios la llevaron a un asesinato cruel en manos de aquellos que se decían cristianos, acusándola de brujería por causas que su corto entendimiento no les permitía comprender. Una película que ayer volvía a ver y que seguramente no será la última vez.
Dos mujeres que dieron su vida por lo que creían, que lucharon contra prejuicios, normas, éticas, miradas de incomprensión y constantes reproches.
No hace mucho, una persona me preguntó si esto de la química es difícil. Difícil, no. Sacrificada, si. Pero es un sacrificio que vale la pena, porque es apasionante, interesante y tiene algo que hace que, o te atraiga irremediablemente o la odies. Contra esto último tengo una teoría y es que no hay malos estudiantes de ciencias, sino malos profesores.
La ciencia me atrae desde que tengo uso de razón, me cautivó desde el primer contacto real que tuve con ella allá por quinto de primaria. Me siento afortunada de poder haberla estudiado sin tener que aguantar miradas de reprobación, sin miedo a que un día te apedreen por la calle, sin tener que fingir y mucho menos disculparte por ser mujer. Y todo eso se lo debemos a mujeres que como ellas, rompieron moldes y antepusieron sus principios y su afán de saber sobre otras muchas cosas. Desgraciadamente, parabolanos los van a haber en todas las épocas.
Por eso en este año de la química no podía dejar pasar la oportunidad de hablar de dos grandes mujeres pioneras en un campo destinado para hombres y que hicieron posible que el mundo de la ciencia hoy esté lleno de grandes científicas. Por Hipatia y por Madame Curie.

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