domingo, 10 de julio de 2011

MIRADA INTERIOR

No hace tanto que escribí la última entrada de este blog y sin embargo tenía la sensación de apremio por hacerlo, como si realmente hubiera transcurrido mucho más tiempo.
Sin duda esto se debe a la intensidad de las dos últimas semanas. Ahora, en la terraza de casa, con la única compañía de la música de fondo, eso sí a poco volumen para que no me aparte de mis pensamientos, me he podido sentar y me he permitido el lujo de darme un momento para mí y volver la vista hacia el interior. Un momento de reflexión y de análisis de todo lo que ha sucedido y está sucediendo. Pensamientos para los que en los días pasados no he encontrado tiempo.
A nivel laboral el ritmo es alto. La situación requiere ponerse al día cuanto antes para buscar soluciones a lo que hay, que no es poco, y planificar el calendario de lo que está por venir. Muchas horas de dedicación, que no pesan porque se hacen con ganas e ilusión y por que voluntariamente he decidido estar aquí, a pesar de que mucha gente no lo entienda. A lo mejor es algo egoísta porque a pesar del esfuerzo, tengo la oportunidad no solo de aprender, de conocer un mundo que nada tiene que ver con lo que he vivido hasta ahora, que también, sino de conocer cantidad de personas interesantes. Muy buenos profesionales que me van guiando, de los que estoy aprendiendo y que con mucha paciencia atienden a todas mis preguntas y dudas. Además de aprender la lección que de todo se puede sacar, en este caso sobre los prejuicios, una vez más la realidad me ha llevado a enmendar una situación que hasta ahora estaba siendo injusta con alguien. Por esto los que me veis feliz tenéis razón, lo estoy y mucho, a pesar de toda la preocupación que también la hay. Y agradezco que me lo digáis porque para mí es un estímulo en los momentos en que me vengo abajo ante la dificultad de la situación que he encontrado, cuando esta se me representa como una muralla, es entonces cuando los pensamientos positivos y mi sentido de la responsabilidad me devuelven a lo más alto con más fuerza si cabe y con el objetivo claro de lo que tengo que hacer y de no defraudar a todos los que de una manera u otra han confiado ya no solo en mí, sino en un proyecto coral y porque en mi cabeza se está formando la estructura de este nuevo encargo que se me ha encomendado y el proyecto empieza a coger forma y me gusta y mucho lo que visualizo.
A nivel personal, el ritmo es igual de intenso. Hace días decidí dar un giro. Algo que creí que iba ser fácil pero que no lo está siendo. Estoy segura que lo conseguiré aunque tenga que tener amordazada a esa parte de mí que no deja de gritarme cosas que la razón no quiere oír. Quizá porque es la parte más sensata. Quizá porque es la que ve la realidad con más frialdad. Porque toda la experiencia en este caso no me ha servido de nada. Porque he incumplido todas aquellas promesas que un día me hice a mí misma. Porque he pecado de ilusa. Porque he pensado que esta vez podría ser diferente. Porque me he contagiado de la alegría de las que solo quieren que las cosas me vayan bien. Porque a pesar de mi supuesta sensatez he creído en las casualidades. Porque no me estoy comportando como realmente soy y por primera vez no estoy haciendo las cosas como creo que deben hacerse, aunque bien es verdad que las circunstancias son diferentes a todas las demás porque esta vez me importa mucho lo que puedo perder. Por eso los que me veis no tan alegre (triste es una palabra que no me gusta), también tenéis razón. Con saber que estáis ahí me basta.
Ojalá la situación fuera otra pero el destino no lo elegimos nosotros y a lo mejor en otro momento todo hubiera sido diferente, o no.
Porque llevo muchos días manteniendo el nivel de concentración a tope para que no se me escape nada de lo que estoy recibiendo, asimilando a la vez lo que me van explicando y tratando de ver cómo encaja todo en el futuro. Y ese nivel de concentración no se puede mantener 24 horas, siete días a la semana, y por ello me he obligado a desconectar. Así que dentro de ese giro me he permitido el lujo de disfrutar de pequeños momentos, de esos que te hacen recordar que en la vida hay otras muchas cosas que valen la pena y te permiten abrir la mente a otras posibilidades.
Y girando, a pesar de todo el cansancio acumulado, esta semana no me he querido perder el participar en un proyecto con el que llevaba mucho tiempo soñando. Porque los cómplices que he encontrado son fantásticos y de calidad y así ha sido como me he convertido en una “lletraferida”, una palabra preciosa de origen catalán y de la que podéis encontrar la definición en el “Diccionari afectiu de la llengua catalana”.
Un grupo de personas a los que nos une la pasión por la lectura y por la tertulia. Por eso cuando el reloj marcaba la una pasada y muchos ya se habían ido, aún sabiendo que mi despertador sonaría a las 6, estaba tan a gusto que no encontraba el momento de abandonar y cuando el remordimiento me asaltó la mente, me acordé de las palabras que me dijo mi amigo Sama una noche en el desierto sobre el encontrar tiempo para vivir y se me pasaron todos los remordimientos, con la solución claramente visible: Disfrutaré los momentos cuando se presenten y no tendré prisa por acabarlos, igual que un día decidí quitarme el reloj y no volverlo a llevar más. Ya descansaré cuando tenga tiempo y ojalá no lo tenga nunca.

2 comentarios:

  1. Marta te recomiendo leer ( quizas lo hayas leido ) "Instrucciones para dar cuerda al Reloj" de Julio Cortazar.
    Despues de leerlo seguro que continuaras sin reloj, suerte

    ResponderEliminar
  2. Anónimo, no lo he leido, pero lo haré. Cortazar es una buena recomendación. Gracias!

    ResponderEliminar